Entre los tantos libros que se han escrito acerca del exorcismo, hay uno reciente, que trata de la práctica de exorcismos en la iglesia romana contemporánea, visto, supuestamente, a la luz de la ciencia y la razón. The Vatican’s Exorcists: Driving Out the Devil in the 21st Century (Los exorcistas del Vaticano: echando fuera al diablo en el siglo 21) es el título del pretensioso libro, escrito por la periodista Tracy Wilkinson, que intenta desprestigiar una práctica que data desde los tiempos de Jesús, en favor de lo que se supone como la única institución capacitada para un estudio concreto y sobrio del alma: la psiquiatría.
Wilkinson trata de exponer lo que ella considera una práctica supersticiosa, haciendo acopio de su experiencia como periodista y echando mano también de sus credenciales como jefa de buró en Roma por el periódico Los Angeles Times, en su cobertura del Vaticano.
El primer cuestionamiento empieza con la duda de si el diablo es un ser verdadero, o la invención de algunos lideres religiosos para usarlo con fines políticos y de lucro. “En el siglo quinto, Agustín y sus colegas encontraron útil el advertir a la gente contra las insidias del diablo para fomentar la obediencia a través del miedo; era una forma de control político”, afirma Wilkinson. "Si el mal es una fuerza o poder activo, debe haber algún remedio o alguna forma de combatirlo", agrega más adelante la autora; como si la Biblia no fuera lo suficientemente clara cuando dice, “Someteos pues á Dios; resistid al diablo, y de vosotros huirá”. Santiago 4.7.
Otra de las cosas que Wilkinson intenta probar en su libro es el concepto del "mal, más que el maligno". Empieza por decir que Satanás no es un nombre propio, sino un adjetivo que los escritores de la Biblia usan para referirse a un adversario, un acusador, o un obstáculo; algo así como lo que sucede con el nombre Lucifer, que no existe como tal, sino que es el latín del adjetivo lucero (portador de luz). En esto la autora tiene razón parcialmente, ya que efectivamente estos dos no son nombres sino adjetivos. Sólo que en la Biblia se mencionan en instancias muy particulares (p. ej. Isaías 14.12 y Apocalipsis 12.10), refiriéndose a un ser en concreto: el diablo.
Curiosamente, la autora incluye una disertación del padre jesuita Gerald O’Collins, uno de los clérigos que se oponen al exorcismo espontáneo, donde aclara que la oración del Padre Nuestro, cuando dice, “líbranos del mal”, en el idioma original está diciendo “líbranos del maligno”. En esto también tiene razón, porque el término griego poneyros que se utiliza aquí, es un adjetivo. Y con ésta aseveración --a la que la misma autora se suscribe-- contradice lo expuesto al comienzo del párrafo anterior.
Al leer un libro como el de Wilkinson, lo más obvio es que la autora tiene una agenda y un afán muy claro de cuestionar la existencia de lo sobrenatural, la fe de alguna gente y, de pasada, exaltar una “ciencia” como la psiquiatría. Y es tan claro el afán de la autora que, además de no hacer una investigación a detalle y omitir una mención más enfática de gente que avala la práctica del exorcismo, también excluye la mención del verdadero papel que juega la psiquiatría en un mundo consumista y de gratificación instantánea, como el mundo moderno en que vivimos.
De acuerdo a Wilkinson, sólo la gente supersticiosa cree en la posesión demoníaca, porque es gente que se rehúsa a ver las cosas como son. Y ésta gente recurre a los exorcistas porque está predispuesta a reforzar sus sentimientos de mal espiritual, mientras que un psiquiatra la va a forzar a enfrentar sus ansiedades internas para confrontar sus “verdaderas enfermedades”. Nada más alejado de la verdad, porque, para empezar, el papel principal de un psiquiatra es la prescripción de medicina. Y estamos viviendo un fenómeno, muy característico de los tiempos, en que una gran mayoría de los psiquiatras, patrocinados por las grandes corporaciones farmacéuticas, prescriben medicina a diestra y siniestra, en vez de tratar o referir a la gente, y evaluar así los casos más acertadamente.
La autora, empecinada en simplificar los fenómenos espirituales, le concede a la psicología y psiquiatría virtudes inexistentes y, de pasada, quiere diagnosticar todos los problemas emocionales, de conducta errónea y problemas del alma en general, como una condición mental. Si es así, ¿por qué todavía no se ha diagnosticado a los líderes psicópatas del mundo, quienes, a pesar de vivir en un mundo supuestamente civilizado y humanista, incurren en las más bárbaras de las conductas, al permitir y/u ordenar las peores masacres que se hayan visto en lo que va del siglo XXI; inclusive en lugares donde nunca se soñó padecer fenómenos así, como en Ciudad Juárez?
Al final, Wilkinson proporciona una bibliografía de las fuentes consultadas, algunas de las cuales sólo se mencionan someramente en el libro. Lo cual corrobora que la autora tenía una agenda desde que empezó a escribir, porque las fuentes que usa más extensivamente son las que respaldan su punto de vista, como el libro American Exorcism, de Michael W. Cuneo.
En el texto nunca hubo una alusión a gentes tales como William James o Carl Jung, que creían en los fenómenos paranormales. Al psiquiatra Scott M. Peck, quien escribió dos libros acerca del poder del exorcismo frente a la incapacidad de la psicología y psiquiatría, sólo lo menciona de pasada. Y desde luego que gente como el Doctor John L. Nevious, con su iluminador libro Demon Possessión and Allied Themes y la antropóloga Felicitas D. Goodman, con How About Demons?, ni siquiera le pasaron por la mente. Incluso libros antiguos como The Malleus Maleficarum (1484), que trata del uso de la brujería en affairs políticos, podría ser utilizado para debatir poderosamente el argumento de la autora cuando quiere descalificar hechos sobrenaturales como meros actos de autosugestión.
Pero no todo está mal en éste libro, ya que Wilkinson también incluye alusiones a gente de cierto prestigio con opiniones divergentes con la suya, lo que concede mucho al texto, porque ayuda al lector a tener un juicio personal del tema, y hacer así su propia indagación, usando estos nombres como punto de partida; lo cual demuestra una vez más que la gracia de Dios está en todo, y muchas veces los mismos que atacan la verdad, y a la gente de Dios, están preparando la soga para su propia ejecución, como pasó con el infame Amán: “Y así colgaron a Amán en la horca que el había hecho aparejar para Mardocheo”. Esther 7.10.
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