Era
el año 1973, y había ya una forma diferente de hacer cine en Hollywood. Una nueva generación
de actores y actrices emergía: Al Pacino, Robert De Niro, Meryl Streep, Dustin
Hoffman y tantos otros; y todo filme en que estos actuaran aseguraba por lo menos
un éxito relativo en las salas de cine. Pero hubo ese año una cinta que no
contó con las actuaciones de ninguno de estos artistas sensación y que, sin
embargo, se convirtió en un verdadero golpe taquillero y toda una película de
culto: El exorcista. Aparte también de ser considerada por algunos críticos como
la mejor película en el género llamado "de horror".
Y la razón por la que hoy me ocupo de
esta cinta es porque, no sólo es esta una historia basada en hechos reales de
lo sobrenatural, sino que trata de posesión demoniaca y un exorcismo, cuya
ejecución representa las características distintivas de una práctica de este
tipo, desde el punto de vista de la teología católica.
El filme, como expresión artística tiene lo
suyo: buen guión, diálogos y una fotografía impecable, con la aportación
musical de Mike Oldfield, cuya ejecución en parte de la banda sonora se
convierte también en parte esencial de la trama, al imprimirle esa atmosfera de
calma tensa, en los momentos en que las escenas fuertes no tienen al espectador
con los pelos de punta.
Otro elemento invaluable es la dirección
del cineasta William Friedkin, cuyo estilo, con su trasfondo teatral, hace de
las escenas en espacios cerrados un verdadero tour de forcé. Y hago hincapié en la experiencia teatral del
director, porque ésta se evidencia en su forma de tratar, no sólo las escenas en
espacios reducidos, sino también su selección de tomas fotográficas, diálogos y
efectos de sonido --todo un viaje audiovisual y sensorial, en general, para el espectador--,
que hacen sentir a uno que es parte de lo que está pasando ahí; oliendo los
olores del medio ambiente (en el cuarto donde se lleva a cabo el exorcismo), padeciendo
las expresiones verbales de la victima de posesión y sintiendo la temperatura helada
en extremo de una habitación que está sitiada por el maligno.
La simbología del filme (p. ej. gárgolas
que representan animales fantástico-demoniacos, parecidas a los hallazgos
arqueológicos hechos --en la película-- en zonas de conflicto espiritual con el
cristianismo, como Iraq) también imprime a la trama esa sensación de lo milenario, que
tal vez quiera representar la antigua lucha del bien contra el mal.
Y esto nos trae a la escena inicial del
filme, en que uno de los protagonistas de la película, un viejo sacerdote-arqueólogo,
hace trabajos de excavación arqueológica en Iraq. Aunado al hallazgo de unos
figurines de ritual satánico que yacen junto a un medallón católico, el cura presencia una pelea de perros (uno negro y otro blanco), que acaso
también simbolice la lucha del bien contra el mal.
Después, la historia es llevada a
Georgetown, Washington D.C., en la casa de la actriz, atea, Chris MacNeil, cuya
hija, Regan, empieza a exhibir lo que parecen síntomas de alguna sicosis
mental. Sólo que el fenómeno éste va más allá de las características actitudes
y conductas de los enfermos mentales, ya que las camas empiezan a temblar y
moverse inexplicablemente, junto con otras cosas; con ruidos y sonidos bastante
extraños ramatando todo aquello.
Regan es sometida a extenuantes exámenes y
consultas, y el medicamento Ritalin es prescrito, para tratar lo que los doctores creen pueda ser un
problema de transtorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH). Pero como nada
funciona, y después de agotar recursos, a un doctor se le ocurre sugerir que se
busque ayuda espiritual, para tratar un posible problema de auto-sugestión, mismo
que tal vez, según él, pudiera curarse con el “engaño” de un ritual religioso. Y
es así como llegan en contacto con un sacerdote-psiquiatra: el padre Damien Karras.
Lo que viene después es lo que hace de la
película el sensacional fenómeno de taquilla. El padre Karras tiene que someter
a Regan a un estudio intenso, y hasta no estar seguro que lo de Regan es de
índole espiritual, él no hace nada en relación a un exorcismo. Y hay que
observar aquí que
un exorcista católico no efectúa el rito exorcista a
menos que haya habido un previo estudio psiquiátrico o psicológico de los
síntomas del afectado y comprobar que, en efecto, las conductas, actos y
actitudes son de carácter sobrenatural. Para esto la victima debe de exhibir
algunos poderes sobrehumanos, tales como la habilidad de hablar alguna lengua
previamente desconocida para ellas, revelar hechos que ellas no pudieran saber,
fuerza sobrehumana y aversión a los sacerdotes, sacramentos y liturgia católica,
características que Regan reunía. Así llegamos al meollo del asunto.
El padre Karras recluta al experimentado
sacerdote-arqueólogo, el padre Merrin, y juntos empiezan la lucha contra los demonios
que habitan en Regan; lucha que es librada en el nombre de Jesús y de la virgen
María, y en la que ambos, Karras y Merrin, acaban perdiendo la vida. El anciano
padre Merrin muere de un paro cardiaco y Karras se lanza por la ventana golpeando
su cuerpo contra unas escaleras de piedra y cemento, a unos diez metros de
alto, después de haber sido poseído por uno de los demonios expulsados de
Regan.
Una cosa que quiero aclarar es que, aunque, aparentemente Regan fue liberada
del dominio satánico, desde
el punto de vista teológico y bíblico, el ritual, que es la parte primordial de
ésta historia, fue un fracaso porque en el proceso murieron los emisarios de
Dios. E incluso, al final de la película, Regan hace una mueca que deja al espectador
inquieto e inseguro de que en verdad haya sido liberada. Y
es que, cuando se trata de exorcismos o cualquier otro tipo de batalla
espiritual, solamente el nombre de Jesús es poderoso.
Dice
el libro de Hechos 4.12: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro
nombre bajo el cielo, dado á los hombres, en que podamos ser salvos”. Y la
Biblia no le concede a María más que ser el conducto humano por el cual nació el
Salvador --y su fe y obediencia, desde luego--, pero hasta ahí; no poder más allá de eso. He ahí el fracaso del
ritual.
Y lo mismo pasa en otras dos películas, de
cierta prominencia, que tratan el tema del exorcismo: “El exorcismo de Emily
Rose” y “El rito”; ambas también con un final triste, donde el principal
fracaso (aunque no declarado en la trama) radicó en el uso del nombre de María para
redención. Dice la palabra que cuando Pablo lidiaba con la muchacha que tenía
espíritu pitónico: “Se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo,
que salgas de ella. Y salió en la misma hora”, Hechos 16.18; y esta es básica
teología bíblico-cristiana. Pero, curiosamente, es también eso lo que les da a los mencionados
filmes un carácter realista, y por ende más digerible: que los protagnistas fracasen debido a su mal entendida teología.
Para cerrar quiero agregar un dato curioso. Por más de veinte años nadie supo que es
lo que puso a la muchacha en ese estado (en la cinta), y no fue hasta que salieron con una
nueva versión, que incluía escenas que habían sido excluidas de la versión original, que
supimos que la muchacha había sido poseída a causa de pasar horas jugando
con la tabla Ouija.
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